Cuando trabajas
como enfermera en una planta de un hospital cualquiera, los pacientes que
tratas son personas con vidas “normales”. Me refiero a que sus vidas, cada una
distinta de las demás, son vidas de gente corriente. Puede que estén casados,
solteros, que sean ancianos, separados, jóvenes más o menos
alocados…agricultores, empresarios, veterinarias, maestras... miles de
características que se te puedan ocurrir. A veces profundizas y encuentras
situaciones excepcionales, pero nada que se parezca a lo que os quiero contar.
Cuentas con que son personas íntegras, honestas, buenas personas. No sabes si
en su vida han hecho algo mal. No hay información sobre los delitos que puedan
haber cometido.
Yo
trabajo en un módulo de custodia y cuando se
trata de un módulo de presos, sabes exactamente que ese paciente vive en
la “cárcel”, esa es su casa. De allí viene y allí regresará cuando le den el
alta. Y que está allí porque su conducta no ha sido adecuada, un juez, en
alguna parte, juzgó que debía cumplir una condena por cometer un delito. Si
está preso, es por algo.
Entonces,
el entorno de trabajo como enfermera cambia. No tienen camas eléctricas, usan
cubiertos desechables, no hay palos de suero...y entras escoltada por la
policía nacional. Eso sí, ellos armados y tu sin tijeras, ni bolígrafo ni
termómetro ni artilugios que pudieran ser convertidos en armas. Debes cuidar lo
que dices y haces. Apenas hay intimidad. Es difícil crear un clima de
confianza.
En medicina interna, por ejemplo, tienes que
canalizar una vía venosa y sabes que el paciente tiene 60 años, un cólico
nefrítico, que quien le acompañan son su familia, su mujer y su hijo, y entablas una
conversación “normal” y relajada , todo es como lo conocemos habitualmente, en
tono amistoso, amable. Todas las aclaraciones que tanto enfermera, enfermo y familia necesitemos, las resolvemos sin mayor problema en ese clima de confianza e
intimidad.
Sin
embargo, si tienes que canalizar una vía
a un paciente del módulo de presos, una alarma se activa en tu cabeza y te hace
actuar de manera distinta. Tienes a dos personas a tu lado ajenas al hospital,
al paciente y a tu trabajo. Sabes que son policías y se comportan como tales.
Tienes un paciente, casi siempre con enfermedades contagiosas, VIH (sida), VHC (hepatitis)…
Debes tener cuidado con el material que llevas contigo y comprobar luego lo que te dejas.
Allí no hay familiares a quien preguntar ni con quien entablar conversaciones distendidas. El enfermo, la mayor parte de las veces, ni conoce tu idioma. Y como ahora estamos en la era de la información, cuando ingresa, te informan de inmediato de su patología y tratamiento y además....para entonces ya es del conocimiento de todos los profesionales de la planta, que se trata de un psicópata, presunto asesino, ladrón, traficante, miembro de ETA....
Debes tener cuidado con el material que llevas contigo y comprobar luego lo que te dejas.
Allí no hay familiares a quien preguntar ni con quien entablar conversaciones distendidas. El enfermo, la mayor parte de las veces, ni conoce tu idioma. Y como ahora estamos en la era de la información, cuando ingresa, te informan de inmediato de su patología y tratamiento y además....para entonces ya es del conocimiento de todos los profesionales de la planta, que se trata de un psicópata, presunto asesino, ladrón, traficante, miembro de ETA....
¿Qué
diferente verdad? Es una situación francamente difícil. Esa sensación de miedo
y de impotencia. De querer relajarte y parecer relajada y no poder. De querer
hacer tu trabajo como siempre y no ser capaz, porque, queramos o no, somos
seres humanos, personas con sentimientos y tratamos de ejercer la profesión de
la mejor forma posible, con excelencia, por encima de todos estos detalles.
¡Qué
distinto es cuando somos enfermeras en pediatría!. Todo dulzura y ánimo con los
padres de un niño enfermo., pero... ¿Con un paciente de un módulo de custodia?
buf… está enfermo pero… “no es lo mismo…ni es igual” como canta Alejandro Sanz… Es
distinto...Tratar de separar tu mente de tu corazón es muy difícil, pero “las
enfermeras” lo hacemos cada día. Nos dejamos la piel y el corazón.
Somos
enfermeras en casa porque tu hijo se cae y tiene una herida y necesita que se
la trates. Enfermera porque un anciano se mareó y tropezó en la calle.
Enfermera porque tratas de educar a tu familia en hábitos saludables. Enfermera
porque atiendes a un paciente en sus peores o en sus mejores momentos, no importa si es un
preso o un anciano de 90 años, o una mujer que acaba de ser madre.
Y
cuando llegas a casa cansada y te has dejado la piel, sabes que hiciste bien
las cosas, que vales, y has aprendido que: tratándose de “amor y respeto”
cuanto más das, más recibes.
Cuando
somos enfermeras, al llegar a trabajar, debemos dejar en la taquilla todos los
problemas personales, el mal día que llevemos o las discusiones que hayamos
tenido. El problema que tiene el paciente, su salud, será más grave e
importante que el nuestro. Aunque no lo sea. Sé lo que se siente cuando llegas
a trabajar con la cabeza en tus propios problemas. Un padre enfermo y mayor, mi
bebé con fiebre al cuidado de una niñera, las facturas imprevistas que me han
roto la economía doméstica…
Los pacientes exigen y piensan “mira la enfermera ¡qué seria está!, ¡nos ha tocado la cardo seguro!”.
Cuando trabajas con personas y no con papeles, ni muebles, cuando trabajas con sentimientos y emociones a flor de piel, cuando tienes en tus manos vidas, bienestar...debes tener los cinco sentidos en tu trabajo.
En administrar medicación correcta, hora correcta, dosis correcta, vía correcta, paciente correcto...registrar, revisar, supervisar, vigilar…aplicar los cuidados correctos, de forma correcta, no olvidar nada, adelantarte a los acontecimientos, prevenir, educar y un largo etcétera.
Los pacientes exigen y piensan “mira la enfermera ¡qué seria está!, ¡nos ha tocado la cardo seguro!”.
Cuando trabajas con personas y no con papeles, ni muebles, cuando trabajas con sentimientos y emociones a flor de piel, cuando tienes en tus manos vidas, bienestar...debes tener los cinco sentidos en tu trabajo.
En administrar medicación correcta, hora correcta, dosis correcta, vía correcta, paciente correcto...registrar, revisar, supervisar, vigilar…aplicar los cuidados correctos, de forma correcta, no olvidar nada, adelantarte a los acontecimientos, prevenir, educar y un largo etcétera.
Cuando tienes que atender personas,
no son papeles, ni peinar y cortar, elegir una joya…
Adoro mi
profesión, me encanta mi trabajo. Intento cada día ver el lado positivo,
trabajo en lo que me gusta y me he
preparado para hacerlo bien: CUIDAR es lo mio.
Y porque cuidar
es una palabra inmensa, que ocupa mucho, muchísimo. Tiempo y dedicación
exclusiva. “La paciencia es la mayor virtud, la más grande cualidad de una
enfermera”.
Esta entrada está escrita por Miriam, enfermera de trinchera
con más de 8 años de experiencia como enfermera en la planta de Urología y
módulo de custodia.
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VAYA NOCHECITA EN UROLOGÍA
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