No llevaba mucho tiempo, aunque sí el suficiente para manejarme con cierta soltura. Incluso para, algunas veces, hacerlo bien casi sin pensar. Así que ya tenía cierta confianza, me sentía más segura.
Hasta que oí los gritos. Aquellos gritos:
.- Minha filha!!!! Minha filha!!!!
Por la puerta entraba un chico joven, desencajado, con un uniforme de guardia civil de tráfico. En sus brazos traía un bulto envuelto en una manta marrón oscura, áspera, vasta, de esas que usan los militares.
Detrás iba la dueña de las voces. Una mujer desesperada, histérica perseguía al muchacho. Le agarraba a ratos, lloraba, gritaba….- Minha filha, mina filha!!!!
Le indicamos al guardia que dejara la niña sobre una camilla. Abrimos la manta. Un espectáculo terrible. Una cría de 4 años más o menos. Blanca, pálida, descolorida. Los ojos semicerrados, la mirada ausente. Un gran golpe en la frente, una herida abierta, el cráneo a la vista y masa encefálica sucia, rota, dispersa.
La madre se abrazó a su hija. Nos agarró a nosotras. “mina filha!! Mina filha!!” Se agarró a mí. Le abracé. La aparté de allí. Una compañera se hizo cargo de ella.
.- Las lesiones son muy graves!. No responde, es inútil!.
Salí de allí.
Me encontré con aquella mujer. Me miró traspasándome. Le ofrecí una infusión. Ni me entendió. Rezaba mientras se agarraba a mi brazo. No me dejaba ir. Luego llegó su marido, también aparentemente ileso y se abrazó a él. Venía acompañado de otro guardia. Justo a tiempo, porque el médico salía ya para informar de la fatal noticia. No se había podido hacer nada por la niña. Había ingresado muerta. Fue imposible reanimarla. Las lesiones eran muy graves.
Iban de vacaciones. Entonces no había cinturones en los asientos traseros. La nena cantaba alegre, de pie entre los asientos de sus padres. Un frenazo hizo que saliera despedida por la luna delantera que rompió con su cabecita.
Acompañé a sus padres a despedirse de ella. Nunca la olvidaré allí tumbada, tan menuda y delgadita, tan pálida. Un anillito de oro en su dedo corazón. Al menos diez pulseras de colorines en sus muñecas. Y aquella zapatilla rosa de margaritas.