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domingo, 31 de agosto de 2014

A ti ¿De qué te operan, maja?


Hoy es el día que tengo que ingresar en el hospital. Me operan de anginas. Ya me han dicho que es una intervención de poco riesgo. Me han dado muchos ánimos y debería estar tranquila, pero los hospitales me ponen nerviosa, no puedo evitarlo.
Es verano, debería estar en la piscina, pero la intervención es necesaria y la lista de espera me obliga a realizarla cuando me llaman. O sea, hoy.
He tenido que ingresar en la planta de ginecología, porque los recortes y la planificación en período estival, dicen, obliga al Centro sanitario a optimizar recursos cerrando unas salas y reubicando pacientes en otras. Esta frase me ha quedado de lujo, aunque no acabo de comprenderla del todo. En fin.

Una enfermera muy amable me toma los datos. Me pregunta algunas cosas y me acompaña a la habitación. Es una habitación doble y en este momento estoy sola. Supongo que no durará mucho y que enseguida tendré compañera. No me estresa demasiado, me han dicho que estaré poco tiempo.
Estoy metiendo en el armarito cuatro cosillas que me he traído cuando entra, sin llamar, una ¿enfermera?. No se presenta y no puedo ver si tiene algún distintivo.
.- Hola maja. Aquí tienes, un camisón, la toalla y un vaso. Toma, las compresas. Te vas poniendo el camisón.-  Y sale sin darme tiempo a responder.


Lo primero que pienso es ¿las compresas para qué? ¿quizá son un regalo? ¿un detalle del hospital para los nuevos ingresos? Qué poco apropiado me parece, pero…
Obediente, me pongo el camisón. Pero me preocupa lo de las compresas. Ojalá no se me olvide preguntarle, aunque me da un poco de vergüenza.
Me tumbo en la cama con mi novela. Lo de las compresas no se me va de la cabeza.


Al rato entra de nuevo la “profesional”, me armo de valor y se lo comento.


.- Disculpa ¿para qué son las compresas? A mi me van a operar de anginas.


Me mira sorprendida, como si no me creyera o pensara que estoy un poco loca.


.- Espera un momento, voy a comprobarlo.- y sale de la habitación.


Ahora sí que me ha asustado. Que espere a que compruebe ¿qué? Yo estoy segura de que vengo a operarme de anginas. A ver si ahora me operan de otra cosa quiera o no quiera.


Al rato vuelve. Agarra las compresas mientras se justifica:


.- Perdona ¿eh? que me he equivocado. Creí que lo tuyo era un legrado.- Y sale de la habitación como alma que lleva el diablo.
Me invadió un terrible miedo, inseguridad, una sensación de mal augurio. Ganas me dieron de salir tras ella. ¿Cómo no voy a tener razón?
Menos mal que, al poco, entró la primera enfermera, la que me recibió. Con voz dulce y mucho tacto, me demostró que sabía lo que hacían y que se ocuparía de que todo saliera bien. También protegió la identidad de su compañera y trató de atenuar el error.


Por fin, me bajaron al quirófano. Allí todos los profesionales se mostraron muy cariñosos y atentos. Yo estaba preocupada, pero me tranquilizaron. Me aseguraron que me operarían de las amígdalas y de nada más.

Aún así, cuando desperté de la anestesia comprobé que no llevaba compresa y que, efectivamente, lo que me dolía era la garganta.


viernes, 15 de agosto de 2014

Cuidar sin odiar, a veces tan difícil

http://recursostic.educacion.es/bancoimagenes/web/
Ilustración
Margarita Irene Marín


Ha ingresado un nuevo paciente en el módulo de custodia. Viendo quién le va a llevar, uno ya presupone la patología y algunos datos que conviene saber: Sida, hepatitis… Aún así, entro a saludar y hacer una primera valoración con la mejor disposición y prejuicio cero. El paciente me recibe con actitud soberbia. Me insulta nada más entrar (a mi y a todo pariente que presupone relacionado conmigo). Se queja por todo y por todos. Intento no juzgar y adopto una postura lo más profesional posible.

  .- Buenos días Charly. Soy Meli, tu enfermera hoy por la mañana. Te traigo un pijama y una toalla. Quisiera hacerte unas preguntas para una primera valoración, si no tienes inconveniente.
  .- Y tú a qué ostias vienes? Vaya puta mierda hospital, ni una puta tele, no sé para qué ostias me traen a esta mierda centro. ¿Qué dices que eres? ¿Mi qué? Lo que yo te diga, vas a hacer por mi…¿por qué no me la chupas?
Así estamos unos minutos, en los que mantengo el tipo con un valor que no tengo y le pido educadamente que me tenga un respeto porque no tengo más intención que la de cumplir con mi trabajo, que de ninguna manera será ir en contra de su salud o bienestar.

En los breves minutos que dura la entrevista, no me da un solo dato que no sea rabia, ira, agresividad, falta de colaboración. Sin embargo, obtengo otros muchos de la simple observación. Casi no se tiene en pie. Está débil y en mal estado general. Delgadez extrema, palidez generalizada, deshidratado. Es difícil concentrarse en la labor profesional cuando te agreden verbalmente con tanta rabia. Es difícil perdonar e intentar comprender al otro, cuando te maltrata sin haber existido provocación.

Cuando salgo de la habitación, los guardias me cuentan que tiene varias condenas por asesinato. Trato de no escucharles, porque no quiero cargar más las tintas en contra de alguien que va a ser mi paciente. Pero es difícil. En las largas jornadas que voy a tener que atenderle, será difícil hacer oídos sordos a sórdidas historias que indican que se trata de una mala persona.
Desde entonces… Cada vez que hemos colocado una vía venosa, (con enorme dificultad, por su adicción a las drogas vía parenteral), Charly se la ha arrancado. La mayor parte de las veces, delante de nosotras, justo antes de administrarle un medicamento, mientras sonreía sabiendo que nos sería casi imposible volver a canalizar otra vía. Se arranca la sonda, destroza todo lo que pilla y sus fuerzas le permiten.
Pero cuando le visita su médico, Charly cambia. Es más educado, aunque no aparca esa fiera soberbia y ese odio por el mundo. Niega todo lo que nosotras contamos. Se muestra más sumiso y obediente. Se queja de que le odiamos y le abandonamos a su suerte durante todo el día.
Insistimos con su médico que necesita ayuda psiquiátrica. Le contamos las incidencias, lo difícil que es atenderle… pero...

Hoy estoy cansada de sus reproches, sus insultos, sus juegos de provocación. Ha vuelto a arrancarse la vía, que tanto me costó canalizarle en un pie. Lo ha hecho delante de mí, provocándome y no he podido resistirme.
  .- Pero, ¿A ti qué coño te pasa? ¿Qué te hemos hecho? ¿Estás cabreado con el mundo y tienes que pagarlo con nosotras? ¿Pero no vés que te mueres y queremos ayudarte? ¿Por qué te empeñas en morirte dejando que te odien todos los que te conozcan?
  .- Anda y vete a la mierda, zorra!

Esa noche, hizo sus necesidades en la cama. Luego se dedicó a extenderlas por toda la habitación. Cuando llegué por la mañana, las compañeras me dijeron que se negaba a lavarse y que no les había dejado limpiar nada. Entrar por la mañana, fue una horrorosa aventura. Presa de las arcadas, hice caso omiso a sus quejas y a su negativa a ducharse. Le lavamos por la fuerza y recogimos toda la habitación. Desde ese momento, su estado fue empeorando muy rápido. Aún así,  continuó dirigiendo su ira y su agresividad contra nosotros.

Hoy ha fallecido. En todo momento he tratado de comportarme con profesionalidad. Tengo la conciencia tranquila en cuanto a eso. No quiero alegrarme de habernos librado de semejante persona, pero no puedo evitar sentirme aliviada.



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