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martes, 1 de agosto de 2017

Noches de verano

         
Como todos los veranos, en mi hospital cierran camas.
    .- ¡Ay perdón, no cierran, reorganizan!
       Justificación hay. El índice de ocupación ha disminuido y como el personal tiene la costumbre de disfrutar vacaciones... para ser eficientes y disminuir el gasto, se reorganiza de forma que los pacientes estén más juntitos y podamos atenderles mejor. Así no hay plantas con pocos pacientes sino que están muy bien aprovechadas.
     Sin embargo, la dotación de personal en los servicios sí disminuye. Desde que empezaron las vacaciones, todas mis noches las he pasado sola, solita, sola. Bueno, miento, que me ha hecho muchísima compañía una auxiliar de enfermería o TCAE y si no fuera por ella, yo no habría podido llorar acompañada, que hubiera llorado sola, solita, sola.
       Y esto tampoco es culpa de la Gerencia ni de la Dirección, ¡pobrecitos!. La culpa la tienen las enfermeras, que se van de vacaciones todas a la vez, que además tienen muchos días libres por ser ya mayorcitas y también porque se ponen malitas y tienen incidencias justo cuando más falta hacen (obsérvese que todo es #ironía, lo aclaro por si acaso)
          Esta de hoy ha sido una de esas noches que he pasado sola, solita, sola, bueno no, en compañía de una entregada y explotada auxiliar de enfermería.
          La planta casi llena (que quedaban cuatro camas libres), en total 27 pacientes. Llego, como siempre, unos 15 minutos antes, (para que las compañeras de tarde me den el cambio y se vayan a descansar a una hora prudente, siempre más tarde de la hora de salida).
       Una vez me han puesto al día, me leo por encima y rápidamente, las historias y me hago una pequeña guía con el listado de los que vamos a pasar la noche juntitos. (18 de medicina interna, 3 de trauma, 4 de cirugía y 2 de urología, es lo que tienen las reorganizaciones, que obligan a la enfermería a estar muy actualizada #ironía también)
 Eso me lleva una media hora larga más.
        Alrededor de las 23 hacemos una tournée por la planta.
Saludo, doy las buenas noches, pongo cara a mis pacientes y escucho en la medida de lo posible a enfermos y familiares. A veces parece inevitable un .- ¿qué tal pasó el día?  y no me diga mal que me destroza el cronograma!.-  Porque si me descuido y doy palique, no me da tiempo a cumplir con las mínimas tareas. Y aún así, ya he escrito unas cuantas solicitudes de pacientes por resolver en el turno. Así que... rauda y veloz me pongo a preparar medicación.
      Cruzo los dedos para que no me falten pastillas, porque tendré que andar llamando a otras plantas para pedir que las busquen enfermeras que están en la misma situación que yo (solas, solitas, solas). Y si dicen que sí las tienen, además tendremos que dar el paseo para ir por ellas (que me encanta pasear, pero me estropea el planning horario apretadísimo y no me da la noche para tanto)        
     ¡¡¡No me enrollo!!!,
porque cuando termino de preparar la medicación ya tenía que haber empezado a poner los tratamientos de las 24 horas y la libreta de notitas con requerimientos sigue creciendo.
¡Empieza la carrera!
        Mi compañera se ha dedicado a contestar timbres, poner y quitar bacinillas, acostar pacientes, cambiar pañales y ayudarme a resolver requerimientos que eran de mi campo. Si no fuera por ella, empezaría a las 2 a poner la medicación de las 24. 
        Ya en el primer pase, hemos observado al paciente de la habitación 16 nervioso y agitado. Es mayor, él está desorientado y su hija muy ansiosa. Tal como sospechábamos, pasa la noche sin dormir, alborotado, y gritando incoherencias. A las 2 aviso al médico de guardia, porque mal que él no descanse, pero es que tampoco deja dormir a los demás pacientes, revoluciona toda la planta y su hija va alterándose cada vez más.
       En mi experiencia, que no es poca, ya sé que cualquier solución del médico de guardia será poco efectiva esta noche. Sin embargo surtirá efecto durante la mañana y la tarde del día siguiente, que las pasará, con toda probabilidad, dormido.
    Me armo de paciencia, respiro profundo y enfrento todas las tareas con mi mejor sonrisa.

No cuento las veces que voy a ver al paciente y a su hija durante la noche:
.- Cada vez que llaman
.- Y tengo que volver con lo que me han pedido
.- Las que me asomo cuando me pilla de paso.
.- Dos veces que se ha arrancado la vía venosa
.- Y otras dos para canalizarla.
.- Dos a convencerle de que no se quite el oxígeno (tarea imposible de la que acabamos desistiendo a petición del familiar).
.- Una para tranquilizar a la hija del paciente, a la que ofrezco una tila, se la hago y
.- Vuelvo para llevársela.....
       A todo esto añadir que durante la noche tenemos tres ingresos; a las 3:00, a las 5:00 y a las 6:30, que también me llevan tiempo, y procuro darme prisa, porque el tiempo es oro, los recién llegados querrán descansar del ajetreo de urgencias y yo tengo un montón de cosas que hacer simultáneamente.
       
     Como era mi deber, llamé a la supervisora a las tantas. Para que constatara la situación de la planta en el libro de incidencias suyo, que pusiera que estaba sola y que no me mandaba a nadie porque no hay enfermeras disponibles. .- Que si realmente la necesitas, tengo que sacarla de otro servicio para que venga a ayudarte (sólo pensar la cara que me pondrá y si además tengo que enseñarla....)Y delante tengo a la supervisora que me mira y parece que me dice (total, mujer, tú con esto puedes)
         Y como es habitual, termino la noche sin más desgracias que lamentar que el lamentable estado de esta que suscribe y su imprescindible y valiosísima auxiliar, (que sin duda evitó que me arrojara por la ventana del botiquín en varios momentos de la noche)
       Cuando salgo por el pasillo, con el moñete hecho un desastre, me llama la hija de Francisco, el paciente desorientado de la 16. Enfadada, me increpa:
              .- Mi padre ha pasado muy mala noche y usted no le ha hecho ni caso. 
              .- Sepa que se lo voy a decir al médico.
      Juro que fui a la habitación pensando que me iba a agradecer el tiempo que le he dedicado y lo que me he preocupado. Y casi le respondo 
            - Es mi trabajo, no tiene Vd. que agradecerme nada.-
Menos mal que reaccioné a tiempo y contesté pausada:
            .- Piense en lo que ha pasado durante la noche, las veces que he venido a atenderles a él y a usted y tenga en cuenta que éramos dos profesionales para 30 pacientes (tuve tres ingresos).

        Y me voy a casa  DERROTADA, AGOTADA, RENDIDA, DECEPCIONADA y pensando:

.- ¿no se percibe en la atención el esfuerzo titánico que hacemos por mantener la calidad a pesar de la sobrecarga?
LA RESPUESTA ES      ¡¡NO!!
.- ¿siguen los pacientes y sus familiares pensando que si la enfermera se porta mal la castigará el médico?.-
LA RESPUESTA ES      ¡¡SÍ!!

4 comentarios:

Miri dijo...

Es así Muchas noches de Verano y sin paracaídas. Genial Post

Carlos A. Espósito Barreiro dijo...

Hace tiempo que no me paso por el blog y no pude resistirme a comentar. Por una parte entristece que el propio sistema sirva de obstáculo para nuestro buen desempeño. Por otra, duele que parte de la sociedad aún no comprenda que hemos evolucionado y que ya no estamos bajo el mando facultativo. Sin embargo, y a pesar de las noches duras y de los infortunios, nos vamos a casa sabiendo que hemos actuado del mejor modo posible. No vamos a salvar el mundo, pero al menos nuestro granito siempre está apuntalando el cambio. Un saludo, y gracias por hacer visible un sentimiento común a la profesión!

superarse.institute dijo...

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